La ética perdida: detrás del clic.
En el presente que nos ha tocado vivir, la tan sonada era digital, las plataformas de redes sociales como Meta, TikTok o Telegram han transformado radicalmente la manera en que compartimos información y nos entretenemos. Sin embargo, detrás de la aparente e inocua conectividad y democratización de la información, existe una realidad mucho más oscura: el estado comprometido en el que se encuentran los usuarios. Éste, desgraciadamente, es secundario frente a los enormes beneficios económicos que estas compañías generan; compañías cuyo modelo de negocio depende íntegramente del tiempo que los usuarios pasan en sus plataformas, llegando al punto de maximizar el engagement a cualquier costo, priorizando el dinero por encima de los principios éticos y morales básicos.
Uno de los principales problemas es el diseño adictivo de las plataformas. Los algoritmos de estas redes están diseñados específicamente para captar y mantener la atención de los usuarios durante el mayor tiempo posible. A través de un contenido altamente personalizado y una experiencia de uso sin fin (el también llamado scroll infinito), estas plataformas logran que las personas inviertan más horas al día conectadas que de costumbre. Estudios recientes han demostrado que el uso excesivo de redes sociales está vinculado a graves problemas de salud mental, como la ansiedad o la depresión. Sin embargo, las empresas detrás de estas plataformas no parecen tomar medidas significativas para abordar estos efectos perjudiciales.
Además de los efectos directos sobre la salud mental, la ética de estas compañías también está en entredicho debido a su falta de acción frente a la difusión de contenidos tóxicos o peligrosos. La viralización de noticias falsas, discursos de odio o contenido inapropiado es un problema extendido en muchas de estas plataformas y a menudo, las acciones que toman las compañías para detenerlo son tardías o insuficientes. Aunque las redes sociales cuentan con sistemas de moderación, el equilibrio entre eliminar contenido dañino y mantener a los usuarios enganchados no siempre se inclina hacia la protección del usuario. De hecho, cuanto más polarizado o emocionalmente cargado es el contenido, más probabilidades tiene de captar atención y generar interacciones, algo que, desafortunadamente, es más rentable para estas empresas.
Otro punto a destacar es el impacto que estas plataformas tienen sobre los adolescentes y jóvenes, quienes conforman el colectivo más vulnerable ante las consecuencias de las redes sociales. Este grupo de usuarios se enfrenta a una constante comparación con imágenes y cánones idealizados, lo que afecta gravemente en su autoestima y autopercepción. Las empresas, lejos de proteger a este sector visiblemente más frágil, han enfocado su contenido y estrategias publicitarias hacia ellos, conscientes de que también son quienes más tiempo invierten en la plataforma. El uso de retos virales y tendencias diseñadas para captar la atención juvenil son algunas de las artimañas que estas empresas llevan a cabo para explotar este indecente recurso.
Otro aspecto preocupante es la forma en la que las compañías de redes sociales explotan los datos personales de los usuarios para obtener ingresos a través de la publicidad customizada. A menudo, los usuarios no son plenamente conscientes de la cantidad de información que estas plataformas recopilan sobre ellos y cómo la utilizan para dirigir anuncios cada vez más personalizados y efectivos. ¿Quién de nosotros no hemos aceptado esas molestas cookies que aparecen 24/7 al acceder a un sitio web? O ¿quién de nosotros no ha aceptado todos los permisos que nos pedía una aplicación al descargarla sin mirar más allá del botón de ''aceptar''? Esto genera una relación desequilibrada en la que los consumidores, sin saberlo, se convierten en productos que son vendidos a los anunciantes. En lugar de proteger la privacidad de sus usuarios, estas compañías maximizan sus beneficios a expensas de la autonomía de las personas y de su derecho a la privacidad.
En conclusión, aunque las redes sociales han permitido una conectividad sin precedentes, las grandes empresas como Meta, Telegram o TikTok, han demostrado una clara tendencia a priorizar el beneficio económico sobre el bienestar de sus usuarios. La salud mental de millones de personas se ve afectada por el diseño adictivo de estas plataformas, la exposición constante a contenido tóxico y la explotación de datos personales. Es necesario exigir una mayor responsabilidad ética por parte de estas compañías, ya que el impacto que están teniendo en la sociedad no puede seguir siendo ignorado en el desdichado nombre del lucro.
Imágenes: https://www.flickr.com/photos/bitsfrombytes/43617178595
https://www.apa.org/monitor/2020/01/cover-trends-protect-privacy